Las experiencias de Joule (1818-1889) y Mayer (1814-1878) sobre la conservación de la energía, apuntaban hacia el calor como una forma más de energía. El calor no sólo era capaz de aumentar la temperatura o modificar el estado físico de los cuerpos, sino que además podía moverlos y realizar un trabajo. Las máquinas de vapor que tan espectacular desarrollo tuvieron a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX eran buena muestra de ello. Desde entonces las nociones de calor y energía quedaron unidas y el progreso de la física permitió, a mediados del siglo pasado, encontrar una explicación detallada para la naturaleza de esa nueva forma de energía, que se pone de manifiesto en los fenómenos caloríficos.
El calor del sol ha sido un elemento muy cotidiano desde siempre y habitualmente empleado por el hombre desde la prehistoria. Acciones tan sencillas como secar la ropa al sol o simplemente calentarse exponiéndose a los rayos solares son actividades que han acompañado al hombre desde siempre, y que ya implican un aprovechamiento solar térmico. Probablemente también desde tiempos muy tempranos se dispusieron vegetales bajo los ardientes rayos solares con el fin de que se deshidratasen. Este acto permitía una mucha mejor conservación de estos alimentos, además de un peso mucho menor, con lo que se facilitaba su transporte. Pese de estos usos tan tempranos del calor del sol, a partir de este momento solo consideraremos como aprovechamiento solar térmico en este artículo a aquel que emplea diversos útiles para una intensificación y mejor empleo del calor solar.
El calor del sol ha sido un elemento muy cotidiano desde siempre y habitualmente empleado por el hombre desde la prehistoria. Acciones tan sencillas como secar la ropa al sol o simplemente calentarse exponiéndose a los rayos solares son actividades que han acompañado al hombre desde siempre, y que ya implican un aprovechamiento solar térmico. Probablemente también desde tiempos muy tempranos se dispusieron vegetales bajo los ardientes rayos solares con el fin de que se deshidratasen. Este acto permitía una mucha mejor conservación de estos alimentos, además de un peso mucho menor, con lo que se facilitaba su transporte. Pese de estos usos tan tempranos del calor del sol, a partir de este momento solo consideraremos como aprovechamiento solar térmico en este artículo a aquel que emplea diversos útiles para una intensificación y mejor empleo del calor solar.
Desde la Edad Antigua al Renacimiento: Ya desde la antigüedad se inventaron artefactos capaces de hacer un uso útil de la radiación solar. Quizá unos de los primeros sistemas de aprovechamiento solar térmico de que se tiene información fueron los empleados para producir fuego por medio de la concentración solar. Así griegos y romanos ya en el S III AC eran capaces de prender las antorchas de los rituales religiosos por medio de unos recipientes en forma parabólica. Bastaba con exponerlo los días soleados al sol para que la radiación se concentrara en su foco alcanzando altas temperaturas. En el momento en el que se ponía una antorcha en el foco esta prendía en pocos segundos.
Segunda mitad del SXVIII y SXIX: Un hecho fundamental en la historia de la energía solar térmica la protagonizó el naturalista suizo Horace de Saussure en 1767 cuando inventó lo que él denomino “caja caliente”. Saussure era conocedor del efecto invernadero que se produce en todo espacio cerrado que cuenta con una apertura acristalada por donde entra la radiación solar y decidió potenciar al máximo el efecto para comprobar hasta que temperaturas se lograba alcanzar. Para ello dispuso una caja acristalada con el interior pintado de negro. El resultado fue que con su caja caliente logró alcanzar temperaturas de hasta 109 ºC. Horacio de Saussure inventó el colector solar que tuvo una determinante repercusión en el desarrollo de la energía solar térmica de baja temperatura. A partir de su invento surgieron todos los desarrollos posteriores de calentadores solares de agua de placa plana que proporcionaban agua caliente a millones de personas en el mundo. Varias décadas despues, en 1830, Sir John Herschel, , reputado astrónomo inglés fabricó una caja caliente durante su estancia en el Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica. Al observar las altas temperaturas que se alcanzaban en su interior que superaban el punto de ebullición decidió probar a colocar huevos, carne y comida diversa y comprobó que todo quedaba perfectamente cocinado una vez había transcurrido el tiempo necesario. Luego Lavoisier el gran químico francés, creo en 1792 su “horno solar” consistente en dos potentes lentes que concentraban la radiación solar en un foco y que permitía alcanzaban altas temperaturas con la que fundir metales. A lo largo del S XIX, para el calentamiento del agua de baño y como alternativa a los costosos y a veces peligrosos calentadores de gas o carbón, surgió la idea en Estados Unidos de dejar contenedores pintados de negro expuestos al sol para que se calentasen. Sin embargo para obtener agua caliente suficiente se requería de días muy soleados y en cuanto llegaba la noche el agua se enfriaba muy rápidamente. El siguiente paso en la evolución, se dio en 1891 cuando Clarence Kemp saco al mercado en Estados Unidos el calentador de agua “Climax”. Este método combinaba el modelo de los tanques expuestos al sol con el principio de la caja caliente. Así se conseguía más agua caliente, a mayores temperaturas y que se conservara por más tiempo.
Paradójicamente, los países que lideran el desarrollo de tecnologías solares térmicas (Alemania, Francia, Inglaterra, etc.) están en el hemisferio norte, donde el nivel de radiación es un 30% más bajo en promedio que en el hemisferio sur.